Proteja a sus niños: las emergencias que atendemos con mayor frecuencia

En Emergencias Médicas tenemos más de 23 años al servicio de las y los ticos, brindándoles tranquilidad de vida al saber qué al enfrentarse con una situación médica difícil pueden contar con nosotros. Una de las situaciones que atendemos y nos generan más incertidumbre son las emergencias frecuentes en niños.

Es necesario tener claro que, al hablar de patologías (enfermedades) debemos definir muy bien los conceptos básicos:

  • Una emergencia es una situación crítica de riesgo vital inminente; es aquella lesión o enfermedad aguda o crónica reagudizadaque amenaza de forma inmediata la vida de un paciente o la función de un órgano; y cuya atención médica no puede demorarse. Estas pueden ser por causas médicas o secundarias a traumatismos.  En los servicios de emergencias los conocemos como pacientes rojos según las escalas de Triage.
  • Una urgencia es la aparición imprevista de una patología, ya sea médica o traumática, que genera necesidad pronta de atención. El paciente no se encuentra en riesgo inminente de muerte pero se requiere asistencia médica en un lapso corto de tiempo para evitar complicaciones mayores. A estos casos los llamamos pacientes amarillos.

En ambos casos nuestro despachador enviará rápidamente una de nuestras unidades de soporte avanzado de vida con un equipo médico y paramédico abordo. Según sea la información que nos brinden y la valoración inicial de la escena, de ser necesario se despachará una segunda unidad.

  • Existe un tercer grupo de pacientes, los cuales no presentan ningún caso de urgencia ni emergencia, médica o traumática; estos son los pacientes ambulatorios. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) pueden ser valorados dentro de un lapso de hasta 6 horas. Estos son los casos verdes en las clasificaciones de Triage.

Con mucha frecuencia atendemos población pediátrica (niños hasta los 14 años). Afortunadamente, la minoría de casos son de emergencias y urgencias en nuestros chiquitos. Entre los casos más frecuentes podemos mencionar:

Traumatismos, tanto cerrados (golpes) como abiertos (heridas)

En nuestros niños, esta es la causa más común de urgencias médicas; principalmente en extremidades y a nivel craneal. Afortunadamente la mayoría son leves, sin mayores repercusiones y sin ameritar el traslado al centro médico. Sin embargo, observamos fracturas y luxaciones (“quebradas y desmontadas”), las cuales ameritan una manipulación cuidadosa de la extremidad para prevenir complicaciones mayores (infecciones, lesión de los paquetes vasculonerviosos) y traumas craneoencefálicos severos, que en ocasiones requieren de equipos de inmovilización céfalo-caudal y soporte ventilatorio a nivel extrahospitalario, y hasta cirugías a nivel hospitalario.

¡Qué difícil prevenir los golpes en los niños! Ser niño es sinónimo de energía, hiperactividad, curiosidad y alegría. No los podemos mantener en una burbuja, ya que parte de su desarrollo integral implica la interacción con el medio. Podríamos prevenirlos disminuyendo al máximo los riesgo dentro de nuestro hogar y en los centros educativos, colocando protectores en los muebles angulados, protectores de puertas en los balcones, no dejando al alcance de los chicos dispositivos punzocortantes. Además que, al realizar deporte, cuenten con el equipo de protección personal idóneo para realizarlos.

Cuando un niño se cae y se golpea alguna extremidad debemos de valorar la presencia de signos de alarma. Si alguno de ellos se presenta reflejará la necesidad de valoración médica extra y/o intrahospitalaria. Entre ellos podemos mencionar:

  • Deformidad evidente
  • “Moretes” (equimosis y/o hematomas)
  • Inflamación (edema y/o tumefacción)
  • Dolor importante
  • Limitación funcional (la deja de mover)

Este dato es especialmente importante en niños pequeños que aun no hablan. Si alguno de esos signos de alarma está presente, no manipulemos la extremidades; alertemos el servicio de emergencias y calmemos a nuestro chiquito mientras llega la ambulancia.

Si ninguno de ellos esta presente y nuestro niño se levanta solito, podemos valorar la evolución; es decir, poner hielito y brindar un medicamento para la inflamación y el dolor y “ver como sigue”, esperando que el dolor disminuya progresivamente. Entre los medicamentos utilizados se encuentra:

  • Acetaminofén
  • Ibuprofeno
  • Diclofenaco

Los traumas craneoencefálicos (golpes en la cabeza) generalmente son leves que no pasan más allá de una “chichota” (hematoma), hielito y medicinas para el dolor (como las mencionadas previamente). Sin embargo, en ocasiones se presentan traumas severos que pueden comprometer la función neurológica y hemodinámica del niño. Cuando un niño se golpea la cabeza, debemos valorar:

  • Nivel de consciencia; el niño esta despierto.
  • Estado cognitivo; el niño nos habla adecuadamente, nos reconoce, se ve “normal”.
  • Camina con normalidad.
  • Llanto consolable (el niño se calma al estar en brazos de la madre).
  • Vómitos en proyectil (como una manguera).
  • Dolores de cabeza intensos.
  • Parálisis de alguna extremidad.

Si alguno de estos síntomas o signos se presentan, no movilice al niño y active prontamente nuestro servicio de Emergencias Médicas.

Patologías respiratorias

Estas son el pan nuestro de cada día en los servicios de emergencia, tanto intra como extra-hospitalarios. Son ocasionadas por enfermedades crónicas reagudizadas (asma, enfermedad pulmonar crónica asociada a prematuridad, fibrosis quística) o agudas (infecciones virales y bacterianas, como bronquiolitis, tos ferina, croup); de distinta severidad, desde cuadros gripales y faringoamigdalitis (“infección de garganta”), hasta neumonías severas.

Algunas de las principales formas de prevenir las enfermedades respiratorias en pediatría son:

  • Control médico estrecho.
  • No exponer a nuestros niños al humo de tabaco, cocinas de leña, contaminación ambiental.
  • Esquema de vacunación al día.
  • Lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad.
  • Evitar el contacto del niño con personas enfermas por cuadros infecciosos.
  • Cuando nuestros niños se enferman, debemos evitar que acudan a la guardería, para evitar la transmisión.
  • Adecuada técnica de estornudo y tosido.
  • Dieta balanceada.
  • Hidratación.

Como se menciono previamente, las pruebas complementarias se deben mandar al pie de la cama del paciente, es decir, de acuerdo con la clínica que este presenta. Algunos de los más frecuentes son:

  • Hemograma completo
  • Reactantes de fase aguda: PCR, VES
  • Frotis y cultivo de esputo
  • Radiografía de tórax

De acuerdo con la valoración médica, se podrían requerir más exámenes.

De igual forma, existen algunos signos de alarma en las patologías respiratorias:

  • Datos de dificultad respiratoria: aleteo nasal, retracciones supraesternales e intercostales, disociación toracoabdominal, cianosis; es decir, las “alitas de la nariz se mueven y ensanchan con cada inspiración”, se le “hunde” la piel y se le marcan las costillas, una la “pancita” para respirar, dedos o boca morada
  • Palidez
  • Sudoración
  • Mala perfusión
  • Alteración del estado de consciencia
  • A pesar de no ser un signo de alarma, si es un dato indicativo de que se requiere atención médica, la fiebre y los ruidos respiratorios del niño

Si su niño presenta alguno de estos signos de alarma, active inmediatamente el servicio de Emergencias Médicas y mantenga al niño lo mas sentado posible o en sus brazos (la verticalización evita el acumulo de secreciones y la broncoaspiración).

Si no los presenta el tratamiento básicamente es sintomático, es decir, dirigido a disminuir la sintomatología mientras se sigue la evolución natural de la enfermedad, y este variará dependiendo de la patología de fondo:

  • Salbutamol, en el caso del asma bronquial.
  • Prednisolona, en el caso de asma, bronquitis aguda, croup.
  • Acetaminofén, ibuprofeno, Cataflam, para controlar la fiebre y el dolor.
  • Allegra, talerdin, para la congestión nasal y la rinorrea (“moquera”).

Las enfermedades abdominales

Son sumamente frecuentes en la población pediátrica, principalmente en niños que asisten a guarderías y escuelas. Afortunadamente en la gran mayoría de ocasiones se deben a enfermedades diarreicas agudas o cuadros inflamatorios leves por comer muchas “cochis” (gastritis, colitis). El principal inconveniente de estas enfermedades radica principalmente en las consecuencias que podrían traer si el niño no consume alimentos y no se hidrata.

Uno de nuestros grandes miedos como padres es la famosa apendicitis aguda. Se presenta entre con mayor frecuencia entre los 12 y 18 años, con una frecuencia entre 19-28 casos en 10.000 pacientes menores de 14 años. Representa una urgencia quirúrgica que debemos diagnosticar y resolver con prontitud. Afortunadamente presenta una baja mortalidad, menor al 1%.

La forma de prevenir este tipo de patologías es muy variada; se debe de seguir una dieta rica y balanceada, adecuada hidratación y control médico frecuente del niño sano.

La manera más adecuada de tratar las enfermedades diarreicas agudas es dejándolas evolucionar. En ocasiones cuando el niño no tolera la vía oral o presenta mas de 5-6 episodios de vomito o diarrea en menos de 1 hora, existe el riesgo de que el niño se deshidrata, por lo que se valora la medicación:

  • Cuando los niños no toleran la vía oral, se pueden administrar medicamentos como el gravol.
  • Se les puede administrar perenterol o enterogermina para reforzar la flora bacteriana gastrointestinal.
  • Control de la fiebre con acetaminofén.

Si el niño persiste sintomático a pesar de la medicación o asocia otros síntomas como diarrea con moco o sangre, o el dolor abdominal aumenta, es necesaria la valoración médica y probablemente el traslado al centro hospitalario.

Sincopes y lipotimias, lo que llamamos comúnmente “desmayos”

Estos suelen ser ocasionados por múltiples causas, y se deben a una disminución transitoria de la perfusión (irrigación) cerebral.

Los pacientes pueden presentar síntomas que les avisan que sufrirán un “desmayo” (trastornos visuales, mareo, náuseas, debilidad, sensación de desmayo, fatiga, trastornos auditivos).

La inmensa mayoría de ellas son benignas, de corta duración, recuperación espontánea y completa, con pronósticos satisfactorios y adecuada evolución.

Cuando un niño sufre un cuadro sincopal (“desmayo” con perdida de conoscimiento) o una lipotimia (“desmayo” sin pérdida de conoscimiento) se debe activar nuestro servicio de Emergencias Médicas. A pesar de casi todos sufriremos alguna al menos una en la vida y no acarreará mayores repercusiones, es importante hacer el diagnostico diferencial, es decir, asegurarnos que el episodio no fue consecuencia de ninguna de las causas graves (problemas neurológicos, cardiacos, metabólicos, entre otros).

¿Y qué podemos hacer como padres al ver que nuestro niño se “desmaya”? A pesar de lo difícil que sonará, debemos mantener la calma; no solo para poder activar el servicio de Emergencias Médicas, si no, para transmitirle a nuestro chiquito seguridad en momentos en que esta asustadito y se siente mal.

  • Si el niño no recupera el estado de consciencia, debemos valorar si este respira y si tiene pulso; si no lo tiene, debemos iniciar maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP)
  • Si respira y tiene pulso, pero esta inconsciente, debemos colocarlo en posición de seguridad.
  • Si el chiquitín está consciente, debemos mantenerlo en reposo con un poco elevada la cabecera.

Todo esto mientras esperamos al personal de emergencias.

Nuestro personal médico y paramédico al llegar al lugar realizará valoración del nivel de consciencia y función cardiorrespiratoria. Con base en esta valoración primaria y los signos vitales, decidirá sobre la necesidad de utilizar equipos médicos como el monitor cardiaco / electrocardiograma, glucómetro, entre otros.

En la gran mayoría de casos el paciente recupera su estado previo y el binomio médico / paramédico determina que no existen signos de alarma que ameriten un traslado al centro médico. En otras ocasiones, se determinará la necesidad y nuestro equipo lo realizará brindando el soporte avanzado de vida que requiere el paciente.

Los exámenes de laboratorio y gabinete no se deben realizar indiscriminadamente o porque lo vimos en la red; siembre deben ser guiados por un médico, para que este los recomiende de forma individualizada. Entre los exámenes enviados con frecuencia encontramos:

  • Hemograma completo
  • Química sanguínea
  • Examen general de orina
  • Frotis de heces y coprocultivo
  • Radiografía de tórax

Dependiendo de la valoración médica, pueden restarse o adicionarse otras pruebas.

Todos nuestros niños en Costa Rica cuentan con cobertura de la Caja Costarricense del Seguro Social y ellos dentro de sus compromisos de gestión comprenden el rubro de Niño Sano; en el cual brindan valoración frecuente a los niños y cobertura del esquema de vacunación básico recomendado por el Ministerio de Salud. Este control también se puede realizar a través de la medicina privada. Definitivamente esta es la mejor forma de prevenir estos cuadros: controles médicos y exámenes de laboratorio frecuentes para identificar enfermedades lo más pronto posible y poder ofrecer una terapia oportuna.

Cuando veamos a nuestros pequeños con un cuadro (independientemente de la causa) que no mejora pese al reposo, adecuada hidratación, alimentación y tratamiento sintomático… no dejemos el tiempo correr, permítanos valorar en conjunto con ustedes a nuestros chiquitines y tomar la mejor decisión para ellos.

Elaborado por: Dra. Ana Alpízar Lara

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